Contra la ideología de género
Una llamada de atención a las falacias en las que incurren sus detractores (si me leen)
La ideología de género, con o sin comillas, está en el candelero hoy en día por la asociación espontánea de padres detrás del colectivo conmihijonotemetas que cuenta ya con una página en el Facebook. Sabemos que dicho colectivo arremete contra un ministro y su panfleto sobre la educación básica nacional. Y todos sabemos por igual, los gritos de alarma desde más de un púlpito con respecto a la llamada ( o la llamarada) “ideología de género”. Dos falacias que se machacan desde las trincheras del conservadurismo:
1. Es un discurso que responde a una ideología.
Todo discurso lo es. Los seres humanos somos criaturas ideologizadas; sin un cuerpo de ideas que sostengan nuestra identidad, ya sea individual o colectiva, no nos distinguiríamos de una alcachofa o cualquier animal mamífero. Con la adquisición de una lengua contraemos inevitablemente, un cuerpo de ideas que conforman nuestras comunidades complejas. El uso del término “ideología” partió de las herramientas metodológicas de las ciencias sociales, en los albores del XIX, que buscaban dilucidar los mecanismos que cohesionaban a diferentes sociedades. Ello parte de Comte y atraviesa a diversos pensadores, de Marx a Popper. Las diferentes interpretaciones, a veces bastante esquemáticas, que ocuparon a los filósofos y científicos sociales desde Kant, no hacía otra cosa que hacer explícita la ideología o las dinámicas de análisis y de prescriptivas que definen a los diferentes grupos humanos. En algún momento, la Iglesia católica y otras denominaciones cristianas en Occidente, en la segunda mitad del XIX, atacaron esas intrepretaciones como “ideologizadas”, puesto que se sustentaban en herramientas lógicas, y por ende, humanas, alejadas en principìo, de la verdad revelada por las sagradas escrituras y la tradición. La Ideología se oponía subreticiamente así, a la Verdad (con mayúscula). El análisis del discurso del siglo XX (el término “discurso” se emplea ahora con mayor frecuencia que “ideología”) pone en relieve la ideología y las convenciones subyacentes a TODA visión del mundo, incluso la religiosa. La apelación de lo verdadero o lo divino de esta última no sustraen a sus enunciantes de lo “ideologizado”. Todo lo es.
2. La ideología de género divide el género del cuerpo biológico o sexual. Falso. Una leída rápida a Los cuerpos importan de Judith Butler, propulsora de esta división y asociación a la vez, nos revela que los discursos (ideologías) que la sociedad tradicional ha construido sobre hombres y mujeres precisan justamente, de un cuerpo sexual delimitado por la biología. No hay divorcio alguno. Cuando un bebé llega al mundo, su genitalia (con la rara excepción de los hermafroditas) va a propalar sistemáticamente, y durante años, las prescriptivas de su sexo. A un bebé con falo se le vestirá de azul, a uno con vagina, de rosa. Pero sabemos que no todo termina en el color del ajuar infantil. Habrá otros dictámenes de juegos, modos de hablar, temas y maneras de interrelacionarse que constituirán lo que llamamos “género”, pero siempre en base al sexo fijado por la biología. Entre los muchos estudios antropológicos sobre la división de roles de hombres y mujeres, el hecho por Margaret Mead sobre las etnias de Nueva Guinea se encuentra entre los más afamados. Las diferencias de roles genéricos que ella encuentra entre los Arapesh y los Mundugumir, por ejemplo, no difieren en mucho con respecto al trabajo y el cuidado de los niños. Entre los Tahambuli, las mujeres son calificadas como “frías y poco emocionales” y bastante “agresivas”. Los hombres se dedican más a su cuidado físico con su maquillaje y vestuario, son más emocionales y más dados a la conversación coloquial. Estudios como este hacen que la etiquetación de lo masculino y lo femenino pierdan categoría universal. Si re-pensamos la ideología de género, podríamos perfectamente achacársela tanto al discurso soterrado (ideologizado) de la tradición como a aquel disidente que delata la contingencia de las premisas del primero.
Si la etiquetación de "ideologia" es insulto o no, depende de la trinchera de donde venga y del clima polìtico y cultural del momento. El que una persona sea considerada como alejada de su sexo "natural" puede verse como un oprobio o un grito de guerra para el "desviado" o la "desviada" de turno, según el mayor o menor caso que se le haga a un ajuar de cuna.